Hace dos semanas que vengo comiendo muchos bizcochitos
Todo está conectado en nuestras vidas. Nuestro dominio propio es un músculo que se entrena. A comienzo de año 2016 hice 2 ayunos importantes, cada uno de quince días. Fue un tiempo maravilloso de búsqueda y silencio.
Logré estabilizar mi ansiedad por la comida y encontrar la paz que necesitaba mi corazón, en algunos aspectos claves en mi vida.
Si no puedo contenerme y decirle que no a una porción de torta, entomces cómo podré vencer otras tentaciones que vienen a mi vida.
Cuando Daniel propuso en su corazón no contaminarse, fue mucho más que una decisión por no comer los manjares del rey.
La decisión de no conectar con los placeres de este mundo, me genera una imperiosa necesidad de conectar con el amor de Dios.
Hace dos semanas que vengo comiendo muchos bizcochitos. No te das una idea el placer que le genera a mi paladar cuando cerca de las 8 am, paso frente a esa panadería, justo cuando salen del horno.
La panadera ya me hizo su cliente vip. Creo que fui casi todos los días. Mi excusas eran varias, pero quizas la mejor de todas era el placer que siento cuando combino un bizcochito con el mate. La sensación de comer el bizcochito de la foto, es inigualable.
La integridad depende de la coherencia.
La esencia de la integridad es ser la misma persona en cualquier lugar donde estemos. Cuando somos personas íntegras no tenemos que preocuparnos por el «qué dirán». La razón es simple, porque lo que somos por dentro, somos por fuera.
La coherencia entre nuestro hablar y nuestro accionar es la clave para decir que no.
Mi relación con la comida habla de mi relación con Dios. Si no logro controlar mi ansiedad por comer un pedazo de esta torta, no creo que logre muchas buenas decisiones hoy.
Perdón que vuelva sobre la comida en cada foto. Perdón que insista en mi debilidad, pero es mi tarea principal esta semana.
Quiero volver a ser feliz sin tener que comer desesperadamente como lo hice en las últimas dos semanas. Te aseguro que comer mucho no es sinónimo de felicidad.
Te sentís pesado.
Nuestra relación con la alimentación se conecta de una manera directa a nuestra relación con Dios.
Comer por comer es darle al cuerpo comida que no necesita. Comer por comer es ser egoísta y buscar mi beneficio instantáneo.
Al final del capítulo 25 de Génesis, encontramos una historia muy famosa sobre el guiso mas rico de la Biblia. No podemos saber, a ciencia cierta que tenía, pero todos coinciden que su sabor habrá sido irresistible para Esaú.
Esaú estaba cansado y su pregunta fue:
« – Mira, ¡me estoy muriendo de hambre! —dijo Esaú – . ¿De qué me sirven ahora los derechos del hijo mayor?»
Lo instantáneo puede robarnos lo eterno. Esa es la mejor conclusión que le encuentro al razonamiento de Esaú.
Cada vez que veo comida, «¿tengo hambre o solamente tengo un deseo instantáneo por ingerir un bocado de un manjar?».
Creo que si ésta semana dejo de comer bizcochitos, seguramente podré ordenar otras áreas en mi vida.
Porque todo se conecta con todo.
Porque quiero hacer foco en lo eterno.
Porque la fuerza de voluntad comienza en los actos pequeños.
Porque si le ordenó a mi pansa que no coma un bizcochito, seguramente le podré ordenar a mis ojos que no vean, lo que no tienen que ver.