Recuerdo muy bien esa tarde

Estábamos en una quinta a 100 kilómetros de Buenos Aires. Esa tarde estaba nublada y los días nublados, son muy especiales para mi. Había preparado el mate, mis cuadernos y estaba dispuesto a escribir con esa increíble vista de campo.

Pero decidimos salir juntos.

Agarramos la pelota y salimos a jugar.

Yo tenía muchas ideas esa tarde. Quien sabe si quizás nacía un nuevo manuscrito para enviar a la editorial. Pero hoy miro esa caminata con mi hijo y no me arrepiento. ¡Claro que no!

Cómo podría arrepentirme de una caminata con mi hijo tomados de la mano. Cómo podría dejar de escribir un recuerdo con el y cambiarlo por algunos textos creativos. Y si esa tarde escribía un texto que quien sabe, podría haber cambiado mi mundo…

…pero decidí pasar tiempo con el.

Y hablando sobre los recuerdos, muchas veces tenemos que elegir entre dos cosas buenas. Cómo me pasó a mi ese día. ¿Está mal escribir cuando estoy inspirado? ¡Por supuesto que no! ¿Y si le decía a mi hijo que tenía una idea para escribir?

Pero esa tarde con el, es mi tesoro hoy. ¿Quien nos habrá tomado esa foto? Alguien que entendió que dejé mis musa inspiradora por una caminata. Alguien que entendió que aunque el fútbol no es mi pasión, yo cargaba asombrosamente una pelota en mi brazo.

Decidir pasar tiempo juntos.

Muchas cosas hoy, siguen compitiendo por pasar tiempo en familia. La cantidad de distracciones que tenemos. Las series de Netflix, Spotify, las redes sociales, los tiempos tan acelerados. ¿Está mal cambiar la nueva temporada de “…” por un café con nuestros hijos?

Recuerdos que no voy a cambiar.

Y lo que selecciono de ese día, es lo que tengo en la foto. Dos hombres tomados de la mano caminando. Árboles que se muestran cargados de historias. Un día con nubes pensando especialmente para salir a patear un poco.

Gracias Dios por permitirme tener ese recuerdo.